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22-05-2018: Valladolid (5h35') - Castromonte (13h45')- 35,3 Km
Salí pronto de casa, preveía una etapa larga, similar a con la que comencé un Camino Sanabrés, pero en aquella ocasión para llegar a La Santa Espina.
Sorprendentemente me despidieron, a pesar de la hora y de que procuré hacer una salida silenciosa:

Y a comenzar a andar por la ciudad en un ambiente muy distinto al habitual, como si fuera otra ciudad:


Pasé junto al Pisuerga y lo crucé, por un caminillo y un puente por donde suelo correr. El Pisuerga era como un pozo negro:


Abordando el camino descubierto para llegar más directamente a Wamba, dejando a la izquierda un vértice geodésico al que voy a veces corriendo. Curiosas las sensaciones, ya conocidas, de salir andando de casa por territorios por los que corro habitualmente. Las distancias andando se hacen el doble de largas y a uno le parece que avanza muy poco:



Volviendo la vista, el Sol comenzaba a aparecer. El primer amanecer de este Camino. No se repetirían mucho estas apariciones en los siguientes días:


Una pendiente algo fuerte para subir al páramo y salir de la vega del Pisuerga:

Última vista atrás hacia Valladolid, desde lo alto:

Y hacia el Sol, que no parecía que fuera a castigar mucho:

Estaba ahora en una de esas llanuras castellanas con tanto cielo (descubierto e inerme me siento en ellas ante los dioses), que me agobian un poco. En esa zona hay muchos “huertos” solares:


Por la izquierda apareció una sorprendente torre (más lejana de lo que aparenta al haber aplicado el zoom de la cámara) que de momento no supe identificar:

No parece mal sitio, una zona tan expuesta al sol, para las placas solares:

Como la torre me intrigaba, recurriendo al Google Maps (mucho me ayudó durante todo el Camino) por fin la identifiqué: era la de la iglesia de Ciguñuela, lugar por el que había pasado en otro Camino anterior (el Sanabrés desde Valladolid) y que ahora estaba evitando con el atajo descubierto:

Y llegó una recta de carretera de varios kilómetros, que se me hizo interminable, por el solitario (excepto algún coche madrugador hacia Valladolid) y desolado páramo:

Por fin, ya próximo a Wamba, enlazaba con el Camino de Madrid (que llega desde Puente Duero, Simancas y Ciguñuela) y aparecieron las primeras señales jacobeas: unas siluetas metálicas de peregrinos y las primeras amigas amarillas (que siguen siendo para mí las mejores y más baratas señales):


Y Wamba al pie, al fondo de otra depresión, con el Rey recibiéndome en persona poco después, en el lugar en el que fue elegido allá por el 672:


Paso sin detenerme (todavía pronto y todo cerrado), sólo un poco para fotografiar su iglesia:



Nueva salida del valle para retornar al páramo, dejando Wamba atrás:

Y nueva llanura interminable. Pocas veces más volvería a ver mi sombra tirando de mí en este Camino:

Señales nuevas, que no estaban en mi Camino anterior (siempre me pregunto qué negocios habrá detrás de estas cosas):

El siguiente objetivo a conquistar, allá a lo lejos, bastante lejos: Peñaflor de Hornija:

Continúa.