La OTRA HISTORIA comienza, cómo no, en el Refugio del Jou de los Cabrones. Sufro de verdaderos problemas para conciliar el sueño en los refugios de montaña. Sin embargo, en éste siempre he dormido de maravilla y hoy no es la excepción. A las diez de la noche ya estamos todos en el catre, despertándome con las primeras luces del día que penetran por una pequeña rendija. Con tranquilidad me desperezo sin preocuparme de la hora pues sé que, como siempre, Antonio se despertará a tiempo para avisarme.
La consecuencia de mi confianza es que nos levantamos media hora más tarde de la hora prevista pues todos hemos dormido tan a gusto que no se han escuchado ni los despertadores. Nuestras disculpas a Sergio por hacerle madrugar innecesariamente para preparar los desayunos.
Tras preparar de nuevo las mochilas nos ponemos en marcha en el Refugio del Jou de los Cabrones (2.034 metros) cuando son las ocho cuarenta de la mañana, bajando hacia la fuente azotados por alguna racha de viento fuerte y con un cielo cubierto de nubes altas ciertamente amenazantes.
Labrouche, Agujas y Pico de los Cabrones.
De frente tenemos el quebrado paisaje que nos ofrece la Torre de Labrouche, las Agujas y el Pico de los Cabrones, cuya complicada arista de acceso se hace hoy casi imposible por las fuertes rachas de viento. Abandonamos el Jou de los Cabrones superando una corta pero fortísima gravera que acaba por despertar al más dormido y que se eleva sobre la Horcada (2.245 metros) que da vista al Jou Negro con su decadente helero.
El Jou Negro bajo Torrecerredo.
El viento sigue soplando aquí con fuerza y eso nos hace desechar definitivamente la opción del Pico de los Cabrones, cumbre que no conocen Jorge, Pucavi, Alex y Javier. Salimos después al Jou de Cerredo que rodeamos por la derecha sin perder altura, aunque para ello hemos de ayudarnos de las manos para trepar por la base de la Torre de Labrouche.
Hacia el Jou de Cerredo.
En la vertical de esta aislada torre Pucavi y yo estamos a punto de acometer su ascensión pues la vemos posibilidades pero al final nos desanimamos pues la idea que tenemos es que se trata de un tercer grado superior y no llevamos ni un cordino para protegernos en el descenso. Ni siquiera la reciente ascensión realizada y relatada por Carlinos en el foro acaba de convencernos del todo.
Trepada en la base de la Torre de Labrouche.
El cielo se abre por momentos y el viento parece ceder en su impulso lo que me hace sentir mucho más animado y esperanzado de contar con otra buena jornada de montaña. Pasando tan cerca de la cumbre más elevada de los tres macizos alguno no puede resistir la tentación, por lo que Jose Carro y Marta acompañan a Jorge en su primera ascensión al Torrecerredo. Aparte de Jorge es Javier el único que no ha estado en su cima pero éste no se siente con fuerzas tras los problemas físicos de ayer y desea guardar energías para el largísimo descenso que nos espera.
Torrecerredo.
Sin embargo le convencemos para acometer la corta pero gratificante ascensión a una de las cumbres más olvidadas del macizo, precisamente por la presencia de su afamada vecina. Sin más problema que ayudarnos un poco de las manos accedemos a una horcada en el cresterío de la Torre Bermeja (2.606 metros), de cuya cumbre más septentrional nos separa una corta pero espectacular arista donde nos desestabiliza el aire proveniente del Hoyo Grande.
Por la cresta de la Torre Bermeja.
Desde aquí podemos ver a nuestros compañeros en todo lo alto de Torrecerredo, así como gozar de una espectacular panorámica en la que destaca el Macizo Occidental casi al completo. Mucho más cerca tenemos la imponente pared de la Torre de la Palanca sobre el Hoyo Grande Cimero, así como las cumbres del submacizo del Llambrión. Completan la hermosa visión todos los picos y torres que rodean al Jou de Cerredo, entre las que destacaría la imponente silueta de La Párdida.
Nuestros compañeros en Torrecerredo.
El descenso por la arista.
Enseguida emprendemos el regreso pues el aire vuelve a soplar con fuerza y el paso por la arista no es ninguna broma. Con más facilidad subimos a la cumbre situada más al sur y desde ella perdemos altura por terreno sencillo hasta la Collada Bermeja (2.485 metros) donde nos reagrupamos y nos regalamos un buen descanso. Pero algunos siguen con ganas de hacer cumbres y en pocos minutos Pucavi, Alex, Jose y Jorge se encaraman en la cercana Torre Coello de la que nos separan justamente cien metros de desnivel.
En la Horcada Bermeja.
Como acceso al Hoyo Grande tenemos dos posibilidades: la que ya conocemos por las horcadas de Don Carlos y Caín y la desconocida por el Paso de la Bermeja. Como amigos de la aventura que somos casi todos nos decidimos por esta última opción, para lo cual nos hemos documentado convenientemente (en especial de jose m. y otros foreros con sus extraordinarias referencias y fotos) y recabamos información de última hora a través de Sergio en el refugio, quien nos advirtió que no resulta fácil dar con el paso bueno, el único que hay.
Situados en la amplia collada nos dejamos caer hacia el oeste por un pedrero donde se marca un sendero. Perdemos altura con rapidez sin separarnos demasiado de la pared de la Torre Bermeja, dejando a la izquierda una collada y un profundo canalón que hemos de evitar, aunque da la sensación de que sea el camino más evidente.
En la boca del canalón que no hemos de tomar.
Nos situamos así en una leve cresta rocosa sobre este canalón que se precipita al vacío poco más abajo. No es necesario bajar por la misma cresta pero sí seguir su dirección perdiendo más altura por la derecha y por terreno que no ofrece mayor dificultad que caminar con los debidos cuidados que hay que poner siempre para no dejar caer piedras.
Los restos de un par de jitos poco consistentes nos aseguran que estamos en el buen camino hasta llegar a una pequeña brecha en la cresta donde se levanta un jito más grande del que Sergio nos había hablado. Es el punto clave del descenso pues ante nosotros tenemos dos canalones que parecen precipitarse al vacío en su final.
En el canalón bajo la brecha.
Nos asaltan unas pequeñas dudas pues las referencias que traemos son algo confusas en este punto, aunque creo recordar que el guarda de Cabrones me dijo que habíamos de tomar el de la izquierda, si bien parece más evidente el de la derecha. Pucavi despeja las dudas dejándose caer unos metros por la brecha hacia la izquierda y tomando contacto con este canalón donde descubre otro jito poco visible.
Nuestro particular ingeniero de caminos lleva recomponiendo todos estos montoncitos de piedras desde la Collada Bermeja y colocando otros en los puntos más conflictivos, por lo que los que vengan detrás de nosotros no se verán asaltados por las dudas que a veces nos hace sentir cierta inseguridad.
El destrepe del canalón es bastante sencillo, si bien hemos de utilizar constantemente las manos pues tiene una gran pendiente y el piso es bastante inestable. Enseguida el terreno se abre y a nuestra derecha aparece el vacío hacia las profundidades del Hoyo Grande en unos desventíos de impresión. Afortunadamente, una marcada vira se pega a los paredones de la izquierda y nos permite seguir bajando en diagonal con cierta comodidad aunque el precipicio sigue estando ahí y no permite momentos de relajación.
Sentimientos de felicidad, inquietud, satisfacción, desasosiego, gozo y ansiedad se entremezclan a medida que voy superando estos increíbles pasos que parecen finalizar de nuevo más abajo, en el vacío del hoyo. Pero es ahora una leve repisa horizontal sobre una inclinada Llambria (2.275 metros) la que nos permite salir del paso. Se trata sin duda del pasaje más complicado pues la pared que nos ofrece los apoyos está algo desplomada y parece querer empujarte hacia el hoyo, por lo que resulta muy útil agacharse un poco para que la mochila no tropiece en ella.
Marta es la que peor lleva estos pasos con tanto patio pero lo supera sin mayores problemas y con la ayuda de una mano amiga. Al vencer todos este temido paso damos vista a una zona mucho más amable bajo las paredes que se desprenden de la Torre Coello, donde una nueva traviesa nos ayuda a bajar en diagonal hacia la izquierda a tomar contacto con un enorme pedrero.
Es el momento de eliminar tensiones, relajarse y disfrutar de un descenso rapidísimo dejándonos llevar por la euforia y la satisfacción de haber logrado nuestro objetivo. La enorme gravera nos ofrece una piedrecilla muy agradable de transitar en la que el talón se hunde con facilidad para hacer de freno ante nuestra alocada bajada. Incluso Antonio, siempre prudente y poco dado a mostrar sus emociones, baja corriendo por el pedrero como un chiquillo de sesenta y un años pero con una fortaleza que nos deja a todos boquiabiertos.
La tremenda gravera muere en el Hoyo Grande Bajero (1.870 metros), tomando nosotros dirección hacia el centro del vallecillo donde hay una gran roca bajo la que se habilita un socorrido vivac. El peñasco proyecta una magnífica sombra hacia el norte, aprovechando nosotros esa circunstancia para detenernos a comer sin quitar el ojo a los desventíos por donde hemos bajado y cuyo recorrido desde aquí se hace inimaginable. Vemos perfectamente la abertura de la Collada Bermeja y alguna de las traviesas por las que hemos bajado, pero si no lo hubiera realizado pensaría en la imposibilidad de tal itinerario.
Por el Hoyo Grande Bajero.
Nos encontramos en un lugar donde la quietud y la paz son parte inseparable del montañero, sintiéndome profundamente agradecido a la madre naturaleza por ofrecernos estos apartados rincones de gran belleza y tranquilidad donde puedo gozar de la soledad en buena compañía.
Las Puertas de Mueño.
El corazón me pide después encaramarme a la visible abertura de las Puertas de Mueño y bajar a Caín por la, para mí desconocida, Canal de Mueño. Pero la razón y el deplorable estado físico en que me encuentro me dice que siga con mis compañeros por el fondo del hoyo hacia el noroeste para tomar la Canal de Dobresengos por la Gargantada del Hoyo Grande (1.903 metros).
En La Gargantada.
Por aquí habrán subido ayer a la carrera los atletas de la travesía de los tres macizos, pero yo tengo bastante con bajar al ritmo que marcan mis compañeros desviándonos hacia la izquierda de la canal en busca de un gran pedrero bajo las Cabezas Altas, por el que nos dejamos caer a tomar contacto con un pequeño bosque impensable entre tanta roca, inmediato a un profundo Canalón (1.275 metros) que se derrumba sobre el Hoyo San Ligiesto.
Por la Canal de Dobresengos.
La bajada normal es por el fondo del canalón, pero Pucavi nos lleva por un sedo descrito en el foro por Carlinos que deja el tajo a la derecha y que desciende por el filo del espolón herboso. Unos divertidos y sencillos destrepes nos llevan luego a tomar contacto con el canalón muy abajo ya, por donde un sendero nos deposita de nuevo en el fondo de la Canal de Dobresengos.
A partir de aquí el terreno se suaviza mucho dejando a la izquierda la Riega de Casiellas por la que se oye bajar un poco de agua. Salimos así a una zona más abierta en la que se encuentra la Fuente del Torno (810 metros), la cual nos ofrece sus frescas aguas para refrescarnos mientras nos tomamos un merecido descanso. Allá abajo se adivina la Garganta del Cares bajo la reconocible silueta del Jultayu y en esa dirección retomamos el camino.
Llegando a Casiellas.
Una rápida decisión nos hace decantarnos luego por el descenso hasta la Cabaña de Casiellas (450 metros) en detrimento del Sedo Mabro que ya conocemos la mayoría.
Pasando la pequeña construcción tomamos contacto con el Río Cares que vadeamos por un puente, no como ayer en Los Papos que hubimos de descalzarnos ante la pérdida del puente que antaño hubo en ese lugar. Unas escaleras nos sitúan en la masificada Senda del Cares en la que se pierde la soledad y la tranquilidad de la que nos hemos envuelto en estos dos inolvidables días.
Apenas un cuarto de hora compartiendo el camino con los turistas y llegamos a Caín (460 metros) donde nos esperan los coches. Aparte de la enorme satisfacción que me embarga por este inolvidable fin de semana, el sentimiento más fuerte que puedo compartir es el agradecimiento hacia mis compañeros de aventura con los que me he sentido en todo momento muy a gusto.
Con Antonio llevo muchos años saliendo todos los fines de semana; con Jorge, Jose C. y Marta hemos echo algunas cosas de cierta entidad; con Pucavi y Alex hasta ahora solo habíamos coincidido en una marcha del foro por el Coriscao y con Javier es la primera experiencia.
A todos ellos mi agradecimiento por su cercanía y amistad y a todos los foreros que se molesten en leer estas líneas porque sin ellos este compartir no tendría mucho sentido.
Un saludo.
Jose.