De pronto, apareció por el camino una figura a paso ligero. Eras tú; ibas a reunir a las cabras que tenías por la zona. Tus primeras palabras fueron desabridas: me echabas la bronca por no sé qué tontería.
A los cinco minutos ya éramos amigos...
Te ofreciste a hacer desfilar tus cabras ante mi cámara; y no pude rechazar la oferta. La imagen resultante es apenas decente. Pero ahora cobra otro significado...

Poco después tuve la suerte de colaborar en la maniobra de rescate de una cabra “enhuertada”, por las alturas de la Canal de Llamedo. Estabas con Juan y Juanjo. ¡Menudo trío! Mi inquieta cámara no tuvo más remedio que inmortalizar el momento. Posasteis orgullosos y gallasperus, y el sol de la tarde de invierno hizo el resto.

"Los últimos pastores de Tielve", podría haberse titulado. Ahora ya hay uno menos...
“¡Estás finu, cabrón!”, te dije cuando pasé a verte la semana pasada. Y tu sonrisa iluminó la mañana... Jamás olvidaré la conversación de ese día.
¡Cuántos vericuetos me mostraste en estos once años, Eduardo! ¡Cuántos días dedicados a recorrerlos! ¡Cuántos nombres apuntados en mi cuaderno! ¡Cuántas pícaras sonrisas me dedicaste, con ese fino humor tuyo! Podría recordar muchas más cosas, muchas más imágenes; pero las palabras ya no fluyen. ..
En su lugar, brota el llanto.
¡Hasta siempre, amigo!