Esta vía, bajo su inocente graduación (MD inf, V+, 500m) esconde unas características alpinas (aproximación y descenso, navegación, ausencia de equipamiento) que merecen destacarse en una de las zonas más salvajes del macizo. Disculpad la ausencia de fotos propias que ilustren la escalada pero esta vez toda nuestra atención estuvo fija en la roca y no hubo mucho tiempo para florituras.

Esa vez alguien se había equivocado del todo e íbamos a tener el puente del 12 de Octubre con tiempo del bueno. Del que invita a salir al monte a tachar en la libreta esas actividades que te han ido quedando pendientes a lo largo del año. Nuestro domingo amaneció fresco y despejado y antes de que asomara el sol ya habíamos abandonado la cueva de Horcados Rojos y dejado todo el material de sobra a cargo de Mariano.
La aproximación desde Verónica nos lleva más de una hora y media y ya desde La Collada Blanca la pared se nos va haciendo más grande a cada paso. Desde luego parece mucho más tiesa “en persona” que cuando la ves en foto o en croquis. Después de tanto sube y baja remontamos las pedreras desde el Hoyo Grande y nos plantamos en la entrada del primer largo. La roca se muestra quebradiza y descompuesta y la vía no presenta signo de actividad alpina alguno. Esto está perdiendo atractivo por momentos, pero ya que hemos llegado hasta aquí...
Comenzamos el ataque de la sección inferior de la pared que resolvemos en tres largos; sencillos si la roca no fuese tan endeble. La dificultad no excede del cuarto grado poco mantenido y las reuniones las montamos donde mejor podemos, casi siempre enlazando bloques, e intentando apurar la longitud de la cuerda.
El cuarto largo comienza, evidente, en la entrada de un gran diedro que se negocia en dos largos de V y V+ esta vez. A la mitad del diedro, en la R4, encontramos dos buriles que constituyen el único equipamiento fijo existente en toda la vía. Para nuestra desgracia la roca está tan rota y descompuesta en los quintos como en los terceros. Escalamos más pendientes de las presas que se nos rompen y de la escasa protección que podemos instalar que de la propia dificultad de los pasos.
Estamos algo inquietos por el ritmo de escalada y se empieza a notar el cansancio acumulado después de haber dedicado a trepar varios días seguidos desde el jueves que comenzó el puente. Ya el día anterior habíamos aprovechado que subíamos a dormir a Horcados para hacer la Capricho en la Aguja de la Canalona. Según el croquis, estamos todavía en la R5 y nos quedan por arrriba nueve largos. En seguida nos ocupamos del problema y resolvemos con rapidez la sección intermedia de viras fáciles hasta la entrada en la gran chimenea. Apurando la cuerda hemos dejado en 3 largos los 6 que marcaba el croquis.
Ante nosotros se abre una enorme chimenea de varios metros de anchura en algunos tramos y cuya escalada consiste en superar de la mejor forma posible los enormes bloques empotrados en su interior. Unas veces con técnicas de oposición, otras de empotramiento y muchas más de derribo ante la mala calidad de la materia prima nos acercamos al punto clave de la vía señalado en el penúltimo largo como “techo, V+/6a”. Comprobamos que se trata, efectivamente, de recorrer desde dentro hacia afuera varios metros del techo de una singular cueva formada por enormes bloques empotrados de una forma caótica. A simple vista parece imposible aventurarse por ahí sin ningún equipamiento fijo y sin dejar la dentadura a cada paso. Sin embargo, el cuerpo se va encajando entre los bloques y encontrando apoyos para la espalda y los pies. Incluso hay lugares para meter alguna pieza de seguro. No parecen muy fiables pero sirven, al menos, para que la adrenalina no nos salga por las orejas y nos impida pensar con claridad. La salida del techo consiste en unos cuantos pasos mantenidos de lucha contra el cansancio, el roce de la cuerda y el miedo de ver el último fisurero cada vez más lejos. Ya solo queda el último largo de chimenea que se resuelve sin más problemas y estamos fuera. Alcanzamos sin problemas la antecima y, desde allí, por terreno fácil, a veces evidente y a veces deficiente llegamos a la cima de la Torre de Coello.
Son las 6 y pico de la tarde y para estas alturas del año nos quedan un par de horas de luz. Dos horas son suficientes para bajar hasta la Horcada de Cain y, desde allí, tomar el paso que rodea el Jou de los Boches bajo la Torre de Arenizas hasta Peñas Urrieles y el collado de Horcados Rojos. Son suficientes digo, si aciertas a la primera con el trazado, que no fue el caso. Tras muchas idas y venidas, la noche que al fin llegó y la escasa luz de nuestras frontales nos convencieron de que lo mejor era dirigirnos paso a paso y rodeo tras rodeo hasta el Jou sin Tierre e intentar dar con el camino de Urriello a Horcados. Una vez conseguido esto remontamos penosamente la subida hasta Horcados y nos aparecimos ante Mariano que ya nos hacía acurrucados debajo de algún abrigo. Unas cuantas latas de Coca-Cola después y ya de madrugada, caminábamos otra vez hacia El Cable en cuyo refugio pasamos cómodamente el resto de la noche.

... por cierto apañeros, felices fiestas y feliz 2007.