Cuando estudiaba las lecciones de aquel libro no encontraba en ellas más dificultad que la habitual de cualquier escolar, salvo la de aquella página desenfocada en la que, sin saber cómo evitarlo, la mirada se me escapaba hacia la pequeña ilustración de la esquina.
No es extraño pues, que no recuerde lo que el autor trataba de contarnos en aquel farragoso texto a excepción, claro está, del pie de foto:

Como dice esa canción... “Lejos, muy lejos, la voz del maestro hablaba de montes y ríos...” mientras yo repasaba una y otra vez con el dedo los contornos de aquella pirámide blanca, asiendo el relieve de la roca, sorteando el abismo, estremeciéndome con el crepitar del viento o el retumbar de los desprendimientos. La voz de mis camaradas reverberaba en las paredes advirtiendo del peligro y cuando alguno pedía auxilio yo acudía y tendía mi mano...
Pero aquel delirio tuvo su final...
...ahogado entre las risas de mis compañeros !
-“Señor Yubero, está usted en la inopia... ¿Puede decirnos de qué estábamos hablando?-
...
Este es el origen de mi idilio con esta montaña.
Si no se la hubiera dedicado ya a alguien más importante para mi...
si no tuviera tantos otros a quienes hacerlo...
esta foto bien se la hubiera podido dedicar al colegial de la historia, a sus compañeros y a su profesor.

...
El siguiente capitulo de esta historia se escribió unos años después, pocos, cuando estuve ya convencido de que en la vida quería ser “alpinista”.
Aún no me había estrenado pero siendo socio de las Bibliotecas Populares enseguida tuve a mi alcance dos libros fundamentales: “La conquista del Cervino” y “Estrellas y borrascas” .
El estilo sobrio de Whymper inundó de nuevas escenas mi imaginación pero el drama y la severidad de sus palabras infundieron un cierto temor hacia “la montaña bonita”:
“Sin embargo, también perdura un último recuerdo triste, y a veces flota como una bruma que oscurece la luz del sol y enfría la memoria de tiempos felices. Ha habido alegrías demasiado grandes para ser descritas, y tristezas en las que no me he atrevido a extenderme y, con éstas en mente, digo: escalad si queréis, pero recordad que el valor y la fuerza no son nada sin la prudencia y que una negligencia momentánea puede destruir la felicidad de toda una vida.”
Eduard Whymper

A Gastón Rebuffat debo agradecer la recuperación de una imagen ingenua, llena de poesía optimista e idealizada:
“El Cervino es la montaña mejor despojada de su ganga. Aquella cuya arquitectura y cuyo brío son de un rigor geométrico. Es la cima ideal, más que ninguna otra: la que imaginan los niños que nunca han visto ninguna cumbre. Así la creía yo, que nací a orillas del mar, cuando oía pronunciar la palabra montaña: rodeada de glaciares, una pirámide que apunta al cielo. Pero aquí la pirámide es mucho más hermosa porque está sola. ”
Gaston Rebuffat
Sin embargo hubo un tercer libro, “Los tres últimos problemas...”, de cuya lectura nació una infidelidad: aunque también se hablaba del Cervino, allí se contaba la historia de dos hombres, uno de los cuales conquistó la montaña de los sueños del otro y el otro la del uno (Eigerwand Vs Espolón Walker).
Me sentí tan fascinado por aquel relato y mi mentalidad adolescente quedó tan impresionada por la paradoja del hombre que conquistó la montaña que ambicionaban todos... menos él, que mi montaña dejó de ser el Cervino para ser Les Grand Jorasses.
Naturalmente después hubo otras chicas, a cada cual más bonita, cada cual más inalcanzable...

y de esa manera, en los 15 años siguientes, sucedió como en la canción que Leonard Cohen escribió para Janis:
“...Nena, ni siquiera pienso mucho en ti.”
