Conozco esta aguja desde hace más de 40 años. Teníamos apenas dieciséis y estábamos en nuestro primer curso de escalada en Collado Jermoso. Por aquel entonces, año arriba o abajo, creo recordar que apareció la primera edición de la Guía de Escaladas de los Picos de Europa, que incluía una reseña de esta aguja (que ahora me permito reproducir).
Pero no conocí la historia de la primera ascensión hasta que ésta no apareció publicada por Alberto en el foro (año 2004): viewtopic.php?t=4714
Y reconozco que ésta fue siempre una actividad de mi listado B, de esas de "tendremos que ir algún día". Pero resulta que "algún día" llegó de repente a mediados de este mes de Agosto. La primera vez que yo pisaba Picos este año.
Aparcamos sin problemas junto a la fuente en Cordiñanes y comenzamos a caminar sobre las 8:30 horas. No encontramos apenas gente en el camino, ni para subir, ni en el descenso. La verdad es que nos llamó mucho la atención, tratándose de un domingo de Agosto con una meteorología increíble.
Entre las dos alternativas de aproximación, optamos por ganar altura desde Asotín, por el camino que lleva a la Vega de Liordes, hasta encontrar el momento de entrar lateralmente hacia el promontorio donde se encuentra la aguja.
Sin apenas problemas, llegamos a la pequeña horcada a la derecha de la aguja. Un lugar muy agradable a la sombra, bajo la atenta mirada del Friero. A su derecha, la Punta Bárbara parece asomarse para vigilar lo que hacemos. ¡Que buenos recuerdos!
La inquietud por entrar en la vía nos hace no esperar ni un minuto. Nos hemos acercado por el lado contrario y no hemos podido ver en vivo la zona por dónde va la vía, pero no parece que sus 41 metros de prominencia se vayan a rendir fácilmente a este par de advenedizos.
Así que nos encordamos y nos encaminamos a la primera de las terrazas. Reunión muy agradable, también a la sombra de la cara NO, sobre dos viejos clavos (uno en mejores condiciones que el otro). Se puede reforzar fácilmente con un empotrador pequeño, de manera que uno ya se siente en disposición de afrontar lo que sea. Si alguien se fija en la foto, la reunión original tal cual está no está bien montada.
La llegada a la terraza es el único paso que requiere un poco de maña.
Y efectivamente. La disposición y el espíritu van a ser fundamentales a tenor de lo que tenemos encima de nuestras cabezas. Una “panza de burra” en toda regla (según la denominación de los aperturistas).

La terraza vista en perspectiva (foto que sacaríamos más tarde atravesando el Congosto).
Después de mirar y remirar, me permito la libertad de decidir en qué parte de la terraza prefiero dejarme los tobillos en caso de caída. Así que rechazo de plano salir justo por encima de la reunión (por donde suponemos salieron los aperturistas), ya que el desplome está completamente roto y no hay ni rastro de los supuestos clavos que se colocaron mediante paso de hombros.
Sea por donde sea, el primer paso para salir de la reunión tiene mucha tela. No hay pies para empezar a escalar. Así que, emulando a los pioneros consigo auparme pisando en la cadera de un sufridor que casualmente pasaba por allí. De la cadera paso a un apoyo decente para un pie, que ya me permite colocarme, empezar a escalar y emplazar un seguro en la fisura horizontal bajo el techo.
Otro seguro más a la derecha y salgo del desplome bufando y sufriendo bastante. Y por supuesto recordando a esos paisanos que sin pies de gato ni material eran capaces de estas hazañas. Mi “trabajo” fue de todo menos limpio y rápido. Y desde luego, no creo que dejara a mi compañero admirado. Admirado, en todo caso, por el desfase en la reseña de la vía. No quiero hablar de números arábigos, pero V grado a palo seco se nos antoja un poco escaso.
Selfi de mi compañero ilustrando la salida del techo. No hubo huevos a sacar una foto mientras yo escalaba.
Un poco más arriba, después de un pequeño tramo roto, encuentro otros dos clavos unidos por cordinos, en lo que parece una segunda reunión. Me descoloca un poco lo que veo (tan cerca de la anterior) pero me paró allí porque las cuerdas no me dejan avanzar. Desplome y cintas cortas son siempre una mala combinación (lo sabía, pero quería evitar a toda costa una mala caída sobre la terraza).
Refuerzo la reunión con otro empotrador pequeño porque con los clavos de la época anterior a Jesucristo nunca está uno tranquilo. Lo cierto es que te puede gustar más o menos el terreno en el que te mueves, pero normalmente las posibilidades de autoprotección van acompañando.
Miro hacia arriba y mientras aseguro pienso: si la vía sigue en vertical, este será un buen sitio desde donde bajarnos.
Tal cual lo pensé, se lo comenté a mi compañero que ha llegado muy rápido hasta donde estoy. ¿Cómo lo habrá hecho sin tener una buena cadera a su disposición?

Volvemos a mirar en la vertical y acordamos que merece la pena echar un vistazo en travesía hacia la izquierda, por intentar encontrar una solución a lo que tenemos encima de nuestras cabezas. Dice que no me escuchó decir lo de “si la vía sigue en vertical …” pero vaya si se lo dije. Y la verdad es que si hubiéramos puesto más atención en el relato de la primera ascensión, sabríamos que aquella era la travesía que denominaron “La Cabra Loca”.
Puede que todo sea fruto de los tiempos que corren. Un croquis te entra por los ojos, mientras que muchos tendemos a medio leer las cosas cuando tienen más de 20 líneas. O al menos a mí me ocurre con bastante frecuencia.
Lo cierto es que mi compañero sale en travesía (bastante rota, por cierto) horizontal hacia la izquierda. Desaparece de mí vista y comienza a ascender despacito, siempre con algo de tendencia a la izquierda. Terreno difícil de proteger en los primeros metros. Yo mientras tanto, me voy impacientando en la reunión. Pero suspiro aliviado en cuanto escucho que lo que sigue, aunque no se ve nada claro, se puede proteger. Y es que estamos en la vía sin saberlo y él ha llegado a la segunda terraza (bastante mas pequeña que la primera).
A partir de ese momento el avance es lento, pero continúa poco a poco. Yo no hago más que insistir en no pasar de largo ninguna oportunidad de autoprotección porque me estoy imaginando el percal (el primer desplome me ha dejado marcado para el resto del día).
Y cual será mi sorpresa cuando pocos minutos más tarde escucho: “cumbre”. No daba crédito. Me lo tuvo que repetir. Ni siquiera había tenido la sensación de darle la cuerda suficiente para llegar hasta arriba. Casi me apetecía salir inmediatamente de la reunión, en plan Juan Tomás Martínez, pero acabé esperando impaciente a que Kike reforzara el solitario clavo de la cumbre.
Y allá vamos. Mi turno. Resuelvo rápido la intriga que me está produciendo la travesía y llego a la otra terraza. Por encima de ella, el segundo gran problema de la ascensión, perfectamente asegurado por friends. No se puede pedir mucho más. Aunque en ese momento entiendo la lentitud de mi compañero en los últimos metros. Todo ello aderezado con que justo en la salida del desplome, en el paso más complicado, aparece una vieja clavija (quien sabe si de los aperturistas). Menuda alegría le produjo a Kike saber que no andaba perdido (si es que el término perderse es aplicable a una aguja tan esbelta). Este último tramo es mantenido y la graduación de V también le va algo justita.
Ultimo paso antes de la cumbre (un poco por encima del clavo), agradeciendo el sol en la cara y saboreando el éxito. Lo que empezó con muchas dudas se ha convertido en una ascensión de las que no olvidas fácilmente. ¡Cuántas veces habré pronunciado el nombre de esta cumbre en todos estos años!
Sentados tranquilamente al sol, empezamos a pensar en la bajada. El clavo de la cumbre se mueve y hay que deshacerse de todo el amasijo de cintajos y cordinos que cuelgan de él. Si no hubo parapente de por medio, nosotros diríamos la última ascensión a la aguja fue hace bastante más de 10 años. No obstante, nos descoloca un poco el hecho de que los cordinos que encontramos en la subida parecían bastante mas recientes (o eso, o su conservación se debe a que están en zonas completamente protegidas del sol).
Resuelto el tema con un nuevo clavo, nos volvemos locos mirando y pensando en que los hermanos Martínez ni subieron este tramo por donde lo hizo John y ni tampoco aseguraron sus pasos.
Y no tengo mucho más que añadir al respecto. En el relato está muy claro, pero no percibes completamente la hazaña hasta que no te das de morros con la realidad. ¡Que grandes! Y que pequeño puede llegar uno a sentirse ante el arrojo y la valentía de aquella gente. Me quedo sin palabras y asumo la lección de humildad.
Preparamos el primer rapel, con la tranquilidad de saber dónde hay otros dos para elegir después. Con 30 metros llegamos sin problemas a la primera terraza y repitiendo la misma longitud a una zona en la falda de la aguja que permite salir lateralmente hacia la horcada donde están las mochilas.
Son las 13:30 horas. Para cómo empezó el tema, hemos sido bastante rápidos. El resto de la jornada queda ya para reposo, fotos (muchas fotos) y tranquilidad. La vista de la aguja desde el otro lado es espectacular y hay que separarse bastante de ella para ver bien todo el recorrido de la escalada.
Volvemos por el lado del Argayo Congosto para enlazar con el camino de Jermoso, precisamente para fotografiar la cara que no veíamos en nuestra aproximación. A toro pasado, creo que fue algo positivo y negativo a la vez. Algunas perspectivas de la aguja te ponen los pelos de punta, pero al acercarnos por ese lado hubiéramos situado mejor la posición de las dos terrazas y quizá no hubieran surgido las dudas que tuvimos con la travesía (la que Juan Tomás se curro a pelo para poner un pasamanos).

Ya se que me he extendido mucho con el relato pero es fruto de la emoción, ¡Qué barbaridad! ¡Que personajes! ¡Quien pudiera haber estado entonces allí! Pero mirando desde abajo; no os engañéis.

Espero que os haya gustado el reportaje tanto como a nosotros ascender a esta curiosa y "famosa" cumbre.
Saludos a todos.
