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28-05-2017: Zamora (4h30') - Granja de Moreruela (11h38') - 39,2 Km (GPS) - 41,2 Km (Guía)
Tal como tenía previsto desde el día anterior, me levanté muy pronto ya que me esperaban unos 40 kilómetros (porque juntaría en una dos etapas cortas de la guía) y además quería llegar a Granja de Moreruela (uno de los lugares más próximos a Valladolid por los que iba a pasar) a tiempo para comer con mi mujer, Amalia, y mi hijo, Miguel Ángel, que irían a visitarme ese día, que era domingo.
Me vino muy bien haber inspeccionado el día anterior el inicio de la etapa, si no, hubiera tenido problemas para orientarme a aquellas horas.
Prácticamente toda la etapa iría por la ya muy transitada N-630 o por caminos paralelos, y, como me interesaba ir rápido, seguramente lo haría todo por carretera:



Resultaba curioso ver “Valladolid” en indicadores, tan cerca y tan lejos (todo es relativo):

Últimos tramos por Zamora hasta enfilar la solitaria y tranquila (por la existencia de autovía paralela) N-630 hacia Benavente:






Bastante rato y bastantes kilómetros después el sol comenzó a parecer, aunque poco se lo vería ese día (mejor para andar):





Aproximándome a Montamarta, teórico final de la etapa, a sólo 18,5 Km de Zamora:

Cuando me disponía a buscar un lugar para tomar el cafetito (ya era buena hora y lugar) oí por detrás un bastoneo y aparecieron los vitorianos Fernando y Juanjo andando como máquinas (según su costumbre):

Me rebasaron rápidamente, pero poco después nos paramos los tres en un bar de Montamarta:


Parecían llevar más prisa que yo y enseguida salieron de nuevo. Pensé que sería mejor seguir a mi ritmo.
Pasando junto a la ermita de la Virgen del Castillo, situada sobre un farallón que la libró de las aguas del pantano de Ricobayo:

Juanjo y Fernando cada vez más por delante:


Resulta dramática la falta de agua, en el embalse de Ricobayo no se ve ni gota:


De repente decidí (picado un poco en mi amor propio, uno siempre ha sido algo competitivo, y además me distraería de la monotonía de la carretera) intentar alcanzar a los vitorianos, y poco a poco (muy poco a poco) fui recortándoles terreno.
Al llegar a una rotonda, ellos continuaron de frente, pensé que quizá conocerían algún camino (Juanjo ya había hecho ese recorrido más veces), pero yo me desvié a la derecha, tal como señalaba el indicador y también el navegador de mi móvil:

A partir de ahí se dio una circunstancia curiosa. Poco después de pasar por la rotonda vi que Juanjo y Fernando habían corregido su dirección y venían detrás de mí. Y venían con la evidente intención, se lo noté claramente, de pillarme (eran, y lo sabían, los más rápidos del Camino). Y entonces decidí que tenía que “marcar territorio”, al fin y al cabo uno tampoco es manco de los pies, ¡y me puse a andar a toda velocidad!, je, je. En una etapa anterior había andado con ellos a ritmos de 9’15’’/Km. Bien, pues en esta persecución frenética, durante unos 4 ó 5 kilómetros, mi reloj marcó ritmos de 8’45’’/Km (andando, sin correr, que con mochilón cuesta). Finalmente, con furtivas miradas atrás en curvas (para que no se me notara mucho que yo también competía) noté que cedían y renunciaban a la “caza”. Fue un juego divertido (y satisfactorio):


En Riego del Camino había un bar abierto y decidí que era ya un momento ideal para una buena birra:


Continúa.